Y EL BAYONA ES PARA….

Premios Goya 2024

Me levanto hoy domingo 11 de febrero y temo poner Televisión Española y que la gala de los Goya siga ahí. He visto la ceremonia desde que tengo uso de razón y poca gente habrá a la que le guste disfrutarla desde el sofá tanto como a mí -mientras llega ese momento de poder verla desde la butaca-. Pero la 38ª edición de los Premios de la Academia fue de las más largas que recuerdo, casi acaba a las dos de la mañana y a mí no me quedaba más vino para rellenar la copa.

Sé que cada año nos quejamos de lo mismo, con razón, de su duración eterna y de su escaso ritmo televisivo, pero me niego a echar la culpa como siempre a los guionistas o a los presentadores. El guion tendrá sus momento acertados y sus gags que no lo son tanto, y los tres presentadores salieron al escenario en ocasiones muy puntuales, y salvo la primera en pijama -qué mania con el pijama-, todas fueron muy dignas. Se podría recortar en números musicales, pero hay que decir que algunos como el de Silvia Pérez Cruz con Salvador Sobral fueron maravillosos y un poco de música nunca está de más. Son los discursos tan personales e inteligibles de los ganadores lo que hacen que el espectáculo se alargue hasta bien entrada la madrugada. Como para quedarte a ver La Vaquilla después de la gala. En muchos premios subían casi diez personas al escenario y todas querían hablar de su madre y dar las gracias hasta al gaffer. Que yo lo entiendo y quizá haría lo mismo, pero es que se repartieron anoche treinta premios y en cada discurso se empleaban demasiados minutos televisivos que eran oro. Luego para reivindicar salarios dignos, más diversidad, menos acoso a las mujeres y explicar cómo va eso de las subvenciones ya no se emplea tanto tiempo, que queremos irnos a celebrar. Gracias Estibaliz, Ane, Pedro.

Precisamente los dos discurso más largos fueron quizá los más pertinentes. Por un lado el de Méndez Leite, el presidente de la Academia de Cine, que fue excesivamente coloquial y se tomó un valioso tiempo en prime time; y por otro el de Sigourney Weaver, que claro, ya que te la traes de Estados Unidos a pasar un fin de semana a Valladolid, la mujer tiene que explayarse. El de la Teniente Ripley fue un discurso emotivo y sincero (es actriz, no nos olvidemos), pero sigo sin comprender las razones de la Academia para dar estos Goyas Internacionales a profesionales que apenas tienen relación con el cine español y que, para colmo, ensombrecen al Goya de Honor que sí se otorga a un profesional de larga trayectoria en nuestro país. Claro, Juan Mariné es un director de fotografía que no pudo acudir a la ceremonia porque tiene más de cien años, pero es que su nombramiento pasó totalmente inadvertido ante una estrella de Hollywood en nuestro escenario.

Discursos aparte, los Premios Goya de este año tienen un nombre propio que ya adelanto en el título. J. Bayona fue el gran triunfador de la noche con nada menos que 12 Goyas de los 13 a los que estaba nominado. Si nos descuidamos se lleva el de mejor película de animación también. Aunque la noche empezó con el primer Goya para la Cerrar los Ojos -mejor actor de reparto para José Coronado-, Erice no iba a ser aludido en ninguna otra ocasión. Posiblemente el de Coronado fue uno de esos premios que se otorgan “por toda una carrera”, pero los académicos perdieron la oportunidad de hacer lo propio con Víctor Erice y otorgarle por justicia el de mejor dirección, el cual se llevó, cómo era obvio, Bayona por su sociedad de la nieve. Y es que la película de Netflix recogió todos los premios técnicos que se otorgan -merecidísimos, dicho sea- pero también los más suculentos, como el de mejor actor revelación (Matías Recalt), mejor dirección y mejor película. Repito, 12 de 13. Pero claro, cómo van a competir el resto de películas con una súper producción de Netflix. Es que, odiando las comparativas y sin entender mucho de fútbol, es como si en la Champions compiten por la copa el Alavés contra el Real Madrid. Este sería el estado de la cuestión, porque siempre que haya un Netflix o un gigante detrás de la producción en la que se invierten varios millones de euros -cuidado, Amenábar rueda muy pronto-, es imposible que los Goya los alcancen películas estupendas pero más modestas como Un amor, Chinas, Creatura, Upon Entry, Saben Aquell o 20.000 especies de abejas. No se parte desde la igualdad, pero yo no sé cual sería la solución, pues nos empeñamos en que el discurso bélico de la competición y los vencedores y vencidos no cale demasiado en este tipo de premios. Visto así, aquí no compite nadie y no hay batalla que valga, ya que los Goya sirven exclusivamente para dar visibilidad a nuestra industria cinematográfica. Pero da mucho coraje ver como buenas películas, que hablan de distintos temas, de varios géneros y contadas por diversas generaciones de cineastas, se quedan en la butaca aguantando sus nominaciones sin escuchar nunca su nombre.

Porque en el fondo, resulta que en los Goya ganó Netflix, una plataforma; y no es necesariamente malo, pues la industria debe unirse al enemigo (de las salas) y no luchar contra él, y Bayona ha sabido manejar muy bien la dicotomía entre el estreno en salas y la permanencia en plataformas. Bayona -Jota para los amigos- ese que el sábado casi de deshidrata de tanto llorar al vivir una noche histórica para su carrera, mientras muchos se empeñaban en enfrentar su propuesta con la de Estíbaliz Urresola Solaguren, que nada tienen que ver. La opera prima de Urresola no perdió en los Goya, pues ha cosechado premios en otras ceremonias como los Forqué o los Feroz, y viene de ganar la Biznaga de Oro en Málaga y de estrenarse en la Berlinale. Poca broma. La Academia le valió unos merecidos reconocimientos a la mejor direccion novel, mejor guion original y mejor actriz de reparto para Ane Gabarain. Robot Dreams, producción franco-española que dirige Pablo Berger, se alzó evidentemente con el premio a la mejor película de animación (gran momento ese de “el cine no es un género”), y el de mejor guion adaptado, que bien pensado es más que aplaudible. Los premios a las interpretaciones demostraron que las quinielas suelen acertar, y es que los Goyas de David Verdaguer, por Saben Aquell, y de Malena Alterio, por Que nadie duerma, estaban cantados. Sin embargo, las dos estimables películas a las que representaban no tuvieron más oportunidad que ésta, y eso que la de Trueba contaba con unas cuantas nominaciones. De nuevo, el Bayona fue para Bayona. Donde no podía competir el director catalán fue en el de mejor actriz revelación, que se lo llevó Janet Novás por O corno, película ganadora de la Concha de Oro en San Sebastián, que pasó inadvertida para los Académicos y solo le otorgaron esta nominación.

El cine de producción valenciana jugaba con varias cartas en las categorías de los cortometrajes, pero finalmente no pudo ser. Ya es mala suerte porque en los cortos de animación teníamos 3 de 4. Y el Goya fue para To bird or not to bird, de Martín Romero, que no lo he visto así que poco puedo opinar. En el caso del corto documental, de nuevo un Goya para Mabel Lozano (por Ava), y en el de ficción para Aunque es de noche, de Guillermo García López, que ya viene de recoger varios galardones nacionales. El cine valenciano sí que pudo recoger el Goya al mejor documental por Mientras seas tú, el aquí y ahora de Carme Elías, producción valenciana de Nakamura Films que firma la directora Claudia Pinto Emperador. No todo se lo va a llevar Bayona… aunque pase lo que pase en los Goya, como dijeron los Javis, hay que amar al cine español.

Laura Pérez Gómez, febrero 2024

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